Preparar el terreno para sembrar hortalizas
Eliminar las malas hierbas
Quitar las malas hierbas es el paso básico para cultivar unas hortalizas fuertes y sanas. Cuanto más limpio esté el terreno, menos probabilidades habrá de que aparezcan las malas hierbas.
Aunque quitemos bien las malas hierbas al principio de la primavera, es inevitable que salgan, por lo que a lo largo de la temporada de cultivos y dos días después de cada riego, conviene eliminar las que van saliendo entre las hortalizas que hemos plantado. Aprovechando al mismo tiempo para soltar la tierra que se queda apelmazada por el efecto del riego, sobre todo si regamos por inundación. Conviene que la primera capa de tierra esté siempre suelta. Para soltar la tierra basta con rascar la superficie, con cuidado de no dañar nuestras hortalizas y es muy importante que esta tarea la realicemos con la tierra un poco húmeda.
Podemos eliminar las malas hierbas con la azada, o si el suelo está húmedo podemos hacerlo arrancándolas con la mano, si lo hacemos así quitaremos todas las raíces y será más difícil que vuelvan a proliferar.
Airear y mullir
Los instrumentos para realizar esta tarea pueden ser: horca de cuatro dientes, pala de cavar, azada o motocultor. Para hacer esta labor la tierra tiene que estar un poco húmeda, lo ideal es 3 o 4 días después de un buen riego, ya que si está muy seca saldrá mucho polvo y quedarán terrones de tierra apelmazada. Y si está demasiado húmeda se apelmazará y se pegará a la herramienta.
Para airear la tierra podemos removerla con la pala de cavar o bien airearla, sin voltearla, con la horca de cuatro dientes, esta manera es más respetuosa con la naturaleza porque mantiene la estructura del suelo. Es conveniente remover la tierra entre 25 y 40 cm. de profundidad añadiendo previamente estiércol o compost. Si añadimos estiércol serán necesarios unos 4 litros o kg por m2.
Par usar bien la horca y la pala de cavar:
1. Cogemos la horca y la clavamos en el suelo apoyando sobre ella el pie. La hundimos en la tierra entre 25 y 40 cm. y la movemos ligeramente hacia adelante y hacia atrás.
2. Apretamos el mango hacia abajo volteando la tierra y luego rompemos los terrones golpeándolos ligeramente. Si no se deshacen con facilidad es que la tierra está muy seca o demasiado mojada. En este caso volvemos a mojarla o la dejamos secar, según el caso, y hacemos la labor uno o dos días después.
3. Volvemos a colocar la horca o la pala a unos diez o doce centímetros y repetimos la operación. Si resulta difícil es que la tierra no tiene la humedad adecuada y conviene regar.
Es muy importante que esta operación deje la tierra perfectamente preparada para la siembra, ya que de ello dependerá gran parte del éxito de nuestra cosecha.
Allanar
Hemos de dejar la tierra llana para la siembra y un aspecto importante es eliminar los terrones que se forman debido a haber labrado la tierra fuera del punto adecuado de humedad. Para deshacerlos hay que mojarlos bien y dejarlos con humedad hasta el día siguiente, momento en que se desharán con facilidad pasando un rastrillo.
La zona de cultivo debe quedar llana y la tierra con una textura suave y con grano de tierra fino.
Abonar el terreno
Abonar la tierra es esencial y consiste en incorporar materia orgánica suficiente para la nutrición de las plantas. También se pueden utilizar fertilizantes químicos comerciales.
Los fertilizantes orgánicos son de origen animal o vegetal, entre ellos citaremos el estiércol, el humus de lombriz, el compost y el mantillo. Los abonos químicos son sustancias de origen mineral que proceden en su mayoría de yacimientos minerales.
Los abonos orgánicos son de acción más lenta, ya que el nitrógeno se libera más despacio porque se produce por descomposición bacteriana, por el contrario son beneficiosos para esponjar la tierra, sobre todo el estiércol y el compost. En el caso del estiércol, su asimilación por la planta no se iniciará hasta trascurridos de 12 a 18 meses desde su utilización.
Los abonos minerales son de acción rápida y proporcionan a la planta los nutrientes para su completo desarrollo.
Ambos pueden usarse combinados e incluso, para la mayoría de los expertos ambas clases de abono son vitales para la planta.
Necesitamos unos 4 litros o kg de estiércol por m2, si ponemos demasiado puede deteriorar la tierra. La cantidad exacta depende del tipo de hortalizas que vayamos a sembrar. Si añadimos abonos minerales, es mejor seguir las instrucciones del fabricante.
El abono verde
«Abono verde» se llama a las plantas que se siembran especialmente para servir de abono, las más comunes son las leguminosas: guisante rugoso, trébol amargo, trébol persa, trébol rojo, guisante austriaco, las crucíferas y las gramíneas.
Hay que cortar las plantas para abono verde justo antes de su floración, ya que en ese momento extraen más nutrientes de la tierra.
Hay tres maneras de hacer este abono: 1. Arrancar las plantas y dejarlas marchitar un par de semanas sobre la tierra. Si vives en un lugar muy seco con uno o dos días basta. Si vives en un lugar húmedo, debes tener cuidado con la pudrición de las plantas. Después las plantas se trituran y se incorporan a la tierra.
2. Otra opción es cortarlas dejando las raíces en la tierra, y luego extenderlas como cobertura por encima de la tierra y dejar que se vayan descomponiendo y que las lombrices las incorporen a la tierra.
3. Otra manera es dejar el terreno sin cultivar un año y sembrar plantas de abono verde. Estas ayudarán a fijar el nitrógeno a la tierra, la tierra se conservará en buena forma y después de un año podrás cultivar hortalizas fuertes y sanas.